Begonias tuberosas
Las Begonias tuberosas forman un amplio grupo de híbridos producidos por cruzamientos entre diferentes especies.
Se suelen considerar adecuadas para patios, terrazas o balcones abiertos, aunque a estos ejemplares no les conviene el tiempo caluroso y muy seco.
Se trata de plantas de naturaleza perenne. Poseen una belleza insuperable y una producción floral sorprendente.
Lo ideal para estas plantas es posicionarlas en una situación fresca, ventilada y bien iluminada, donde se les pueda proporcionar alguna protección de la luz solar directa y una atmósfera húmeda.
Dado que a este grupo pertenecen tantísimos híbridos diferentes, el follaje suele ser la única característica que demuestra que son del mismo género.
En la actualidad es imposible determinar en su mayoría a las especies de Begonias a las que pertenecen. Entre toda esta diversidad de plantas se puede encontrar elementos con una naturaleza erguida o colgante.
Los tallos son carnosos y suculentos, mientras que las hojas pueden ser estrechas o anchas, casi siempre son oblicuas, acabadas en punta y, en general cubiertas con mayor o menos cantidad de pelillos.
En el caso de las Begonias colgantes conforman una composición de gran atractivo visual cuando las flores reunidas caen en cascada.
Los ejemplares de conducta erguida se prestan bien para crear formatos decorativos con plantas de hoja.
Las flores son sencillas, dobles o múltiples, y de tamaños en una dilatada gama de colores, exceptuando el color azul.
Es mejor regarlas desde la base de la maceta, de esta forma no existe peligro de que se pudra el cuello de tallo o tallos.
Les gusta gozar de un sustrato moderadamente húmedo en todo momento. No mojar las hojas ni las flores, en este apartado son plantas muy sensibles.
Durante la floración no conviene cambiar la posición de la planta, las begonias detestan que las muevan y reaccionan perdiendo las flores.
En general todas necesitan de un periodo de reposo durante el invierno, estación en la que debe mantenerse el tubérculo completamente seco en la maceta y protegido del frío hasta que vuelva a desarrollarse la planta.
En otoño estas plantas cesan su actividad y comienzan a marchitarse, en ese momento hay que empezar a regar menos a menudo y finalmente dejar de hacerlo por completo, permitiendo reposar al tubérculo.
La evolución en interior dependerá de las condiciones del entorno: mucha luz, humedad y calor moderado; si no se dan estos requisitos sólo sobrevivirán unas cuantas semanas.
Los tubérculos se plantan en primavera, medio enterrados en turba humedecida, dejando al descubierto el lado del que surgirán los brotes, el sistema radical se formará en la parte inferior.
Cuando estén bien arraigados y aparezcan los vástagos se plantan individualmente en un tiesto con una mezcla a partes iguales de turba y mantillo, con una porción de arena gruesa que haga la combinación muy porosa.
Aunque se puede propagar utilizando semillas es una labor realmente compleja que rara vez se alcanzan resultados positivos.
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